Sólo aproximadamente la mitad de los 1.300 millones de habitantes de China habla mandarín, según sondeos del Gobierno. Si uno visita el vasto sector rural las probabilidades de escuchar mandarín de forma cotidiana son casi nulas. La prohibición o el plan de prohibir idiomas como el cantonés, shanghainés y tibetano en la radio y las aulas escolares han generado esporádicas protestas públicas, mientras la gente desafía a un Gobierno con poco tiempo para la diversidad cultural.
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