Entre las muchas medidas que los tecnócratas han recetado entre lágrimas a Italia, hay dos que estaría bien copiar. La primera, un tope de 1.000 euros a cualquier compraventa en efectivo, para combatir el fraude fiscal. La segunda, una subida de impuestos a los bienes de lujo: a los coches caros, yates y aviones privados. Lamentablemente, en la España del PP, el modelo parece ser el contrario: que los ricos paguen menos que los demás.
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