A todos nos gusta soltar de vez en cuando un latinajo, como se suele decir: alguna expresión latina que, aparentemente, nos hace “quedar de cultos”. Efectivamente, muchas de ellas, bien usadas y en moderación (cabe aquí citar a Horacio), pueden elevar la calidad del discurso. El problema es que, más a menudo de lo que resultaría óptimo, estas expresiones latinas se emplean mal, ya porque no encajan en el contexto (se emplean para referirse a algo que no es lo que realmente significan) ya porque se escriben o pronuncian mal.
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