El ambiente está cargado de humo y el olor a sobaco y pedo complica sobremanera la tarea. “Una partida más” –piensas ilusamente-, pero se acerca tu toque de queda y no vas más que por la cuarta pantalla. Dos desconocidos te observan en silencio por encima de los hombros, la emoción y el miedo se aúnan en un mismo sentimiento que te hace pensar que hoy saldrás a hombros de allí tras completar tu hazaña, lo que provoca un movimiento en falso que te hace una vez más caer por el precipicio y desperdiciar tus últimas 25 pesetas.
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