Muchos temen a la muerte o le dan la espalda o la esconden en hospitales y en la farragosa burocracia. Hace años, acompañaba a mi madre a "hacer una visita" a su marido, su madre, sus hermanas y otros familiares difuntos. Limpiaba despacio, con mucho esmero, sus lápidas, que adornaba con flores, y musitaba con labios temblorosos y mucho sosiego una oración. Recuerdo cómo subía unos peldaños trabajosamente y hablaba, mientras limpiaba, a mi padre: "Guillermo, mi Guillermo-", le decía.
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