Muchas veces, cuando desgastamos las suelas de nuestros queridos pies de gato optamos por la solución tradicional: mandarlas a recauchutar y basta. Hay veces que, si las punteras están tocadas, ampliamos un poco más el trabajo del zapatero y también le pedimos que nos las arregle. Pero se nos pasa un detalle: generalmente, tras su uso continuado, el gato se deforma y, aunque le volvamos a colocar suelas, no vuelve a tener aquel "toque" que tanto gusta cuando están nuevos.
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