En la cultura del te-saldrá-más-caro-el-recambio-que-comprar-uno-nuevo, potenciada por marcas que ya diseñan sus productos con una fecha de caducidad, tendemos a renovar nuestra tecnología con una frecuencia que empieza a ser preocupante. Parte de la culpa de este hecho es de los fabricantes, que gastan más en marketing y publicidad que en controles de calidad y en uso de materiales duraderos, y la otra parte de la culpa sin duda es nuestra, por tragarnos lo que nos dicen.
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