Ernest Cline escribió Ready Player One como un geek declarado, dueño de un DeLorean, adicto a los datos, videojuegos, la ciencia ficción y la tecnología. No escribió una obra maestra. No experimentó con nuevas formas narrativas. Ni siquiera es una novela compleja. Pero supo tejer una historia emocionante, quizá deliberadamente spielberiana, y a pesar de ello de múltiples lecturas para el lector perspicaz, para el geek-come-datos-inútiles que nos encanta ser. Leer Ready Player One es concebir la vida, gamificada.
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