La izquierda en general, y la izquierda española en particular, tienen una cierta tendencia a vivir demasiado a la defensiva. Una vez conseguidos ciertos derechos o instituciones que representan una mejora social, los progresistas a veces quedamos tan prendados de la belleza del arreglo que no queremos tocar ni una coma, no sea que detrás de la reforma haya una conspiración del malvado capital. Al hablar del mercado laboral en España, las dosis de inmovilismo ludita llegan a niveles preocupantes.
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