Millones de chinos viven en pasillos subterráneos, refugios aéreos o nucleares, excavados en las entrañas de las grandes ciudades. Fueron construidos para proteger a la población civil en caso de guerra, pero han acabado transformándose en auténticos barrios enterrados, donde habitan quienes no se pueden permitir el lujo de existir en la superficie. A sus moradores se les conoce como "ratas" y su silencioso trajín tiende a pasar desapercibido para quienes hacen sus vidas por encima.
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