Muchos dan por muerto políticamente a Rajoy y, a juzgar por su último vídeo, puede que lo esté. Si llevan razón en las próximas elecciones su cadáver igualará en grandeza moral y táctica al de Rodrigo Díaz de Vivar (¡El Cid!). Muerto ganará una última y determinante batalla contra los enemigos ancestrales de España. Y aunque lo encuentren culpable de corrupción o de matar gatitos y vaya al calabozo, de la misma forma que Nelson Mandela él también llegará a presidente. Esto es porque en los nuevos comicios va a multiplicarse el número de los votantes del Partido Popular a causa de dos factores: el primero tiene que ver con que los liberales que auparon a Ciudadanos castigarán al partido naranja por haber hecho el monguer con los socialistas. Porque gran parte de las personas que votaron a Ciudadanos han pasado un montón de años conociendo a fondo la malosidad intrínseca del zapaterismo gracias a la información emitida por las mejores radios de España. Ahora esos medios avisan de que la encarnación del mal en la Tierra es Podemos. Pero el mal se suma, en modo alguno se desplaza, no es una plaga que brinca de un partido a otro si no la maligna esencia de la gente que los compone. Los grandes emprendedores del país, que tomaron a Ciudadanos y le insuflaron nuevas metas y energías pueden atraer igualmente a siths, nazgûl o socialistas insuflándoles también cosas, con el propósito de utilizarlos para el bien. Pero el votante liberal es un hombre de principios, que desea ganar mediante proyectos honestos con españoles honrados, de modo que dará al traste con el experimento bienintencionado pero riesgoso de los grandes prohombres del liberalismo corporativo.
El segundo factor es el del voto útil. Porque ahora si, vienen Los Rojos. Existe el peligro palpable de que se materialice el gobierno totalitario de un Partido Populista. Ya se puede sentir el temblor que ocasiona quizá el rodar de los tanques soviéticos, los pasos del ejército persa o las pisadas del tiranosaurio, aun no sabemos, pero cualquier artificio que monten los populistas será inesperado y aterrador, y pasará por encima de Ciudadanos dejando una manchita naranja en su camino. Sólo el Partido Popular puede vencer al Partido Populista gracias a la gigantesca base granítica inamovible de españoles no excesivamente muertos que vota fielmente desde 1936. Por eso Rajoy ganará las elecciones, si bien es cierto que no con mayoría porque aun no han pillado a sus ministros comiendo niños fritos, pero si con los votos suficientes como para conjurar una vez más a los archienemigos de la patria. Y entonces transitaremos por otra larga legislatura con Rajoy guiando activamente el país e ilustrándonos, como un Marco Aurelio moderno, con esas máximas suyas que nos regocijan, llenas de refrescante ingenio y profundo contenido filosófico. Pero si dentro de este brillante futuro se cumplen los peores presagios y el presidente abandona su cargo en pos de un candidato de más consenso habrá que reconocerle su protagonismo en la victoria. Rajoy será visto por la posteridad como el nuevo Espartaco. Porque al igual que el legendario héroe tracio él también ha tenido a su mando a un ejército de pobre gente perseguida por el Estado. Y si acaba en las mismas circunstancias que muchos de ellos merced a alguna jugarreta de la antiEspaña, todos exclamaremos como un sólo hombre: ¡Yo soy Rajoy!.