Maximilian Diehn y su equipo, de la Universidad de Stanford (en EEUU), han descubierto que la clave está en un mecanismo pensado para proteger a las células madre sanas que sirven para regenerar los tejidos a lo largo de la vida de los daños que puedan sufrir en su ADN; pero que en el caso de las células madre tumorales, frena los daños que deberían causarles la radioterapia o la quimioterapia.
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