¿Quien dices que se va a comprar el próximo smart watch?

Yo que queréis que os diga, pero viendo que pueden venir con explosivos instalados de fábrica, los dispositivos electrónicos los voy a llevar cada día más lejos de mi pellejo.

Y el que no haya pensado en este efecto secundario del ataque israelí, es que no conoce la naturaleza humana. ¿De verdad nos apetece llevar encima una cosa como un smartwatch, que puede explotar con una orden remota y dejarnos mancos o matarnos directamente? ¿Os imagináis lo que puede ser una explosión de uno de esos cacharros que monitorizan tus calorías y tus flatulencias mientras haces ejercicio? Como mínimo te arrancan un brazo, y si no te desangras antes de llegar al hospital, vas a perder peso sin ninguna duda, porque un brazo puede pesar cuatro o cinco kilos.

Que sí, que ya llevamos el teléfono móvil, pero habrá que llevarlo en un bolso, o lejos del cuerpo, y habrá que evitar cualquier cosa que vaya demasiado cerca de uno. ¿Os imagináis lo que pueden ser cinco gramos de explosivo en unos auriculares? Te vuelan la cabeza, joer. Y todos sabemos que esos auriculares tan modernos y tan chulos se pueden activar a distancia por mil medios diferentes. Por ejemplo, cuando escuches reggaeton, o cuando escuches a alguien que habla mal de Israel, o cuando le salga de las narices, en resumen, al que pague el artefacto, que para eso paga y elige el momento de la explosión.

Y bueno, no hablemos ya de que el coche bomba te lo manden montado de fábrica, y te lo puedan activar en cualquier ITV, o mejor aún en cualquier túnel, con uno de esos arcos como los de los supermercados. Porque a ver, si sacas una botella de anís y pita, con una pegatina de medio céntimo, imaginaos lo que puede hacer uno un poco más potente conectado a un explosivo en vez de a un chivato sonoro. Pequeño explosivo en el depósito de combustible y a volar en cuanto te lo activen. Nunca lo detectarías.

Así que, queridos hipocondriacos y queridos neuróticos, los israelíes acaban de inaugurar la hora del ataque indiscriminado. ¿O alguien piensa que esos aparatos sólo los tenían miembros de Hezbollah? Los tenía cualquiera, en casa, en cualquier lado, en manos del crío, en manos de la abuela. Pero les dio igual. Y les va a seguir dando igual. Porque lo que importa no es la herida, sino el miedo.

Yo ya me pregunto si después de escribir esto me atreveré a encender la radio. Y tù, que lees este medio y no otro, cuidadito con el ratón del ordenador. ¿Te imaginas lo que pueden hacer ahí veinte gramos de explosivo? Menéame es muy anntisemita. No te arriesgues.

Y si lo del ratón es chungo, imagina si estalla el monitor. ¿Por qué no?