Por más vueltas que le doy, no soy capaz de pensar qué esconden los herederos de Federico García Lorca o a qué tienen tanto miedo. Cualquier familiar que se precie de serlo, no pondría ningún inconveniente a conocer si los restos de su pariente se encuentran o no enterrados en una fosa común. En teoría no quieren que se abra la fosa en la que supuestamente se hallan los restos del poeta universal para que no se usen con intereses partidarios ni se conviertan en un circo mediático. Sin embargo, ellos son la parte más morbosa de todo este asunto.
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