Me ha pasado algo extraño. Iba por la calle y se me acerca un tipo grande y fornido, de aspecto algo intimidante.
— ¿Puedes dejarme algo para dormir en una pensión? —me ha preguntado.
Le he dicho que no y he tirado p'alante. A un par de calles estaba la tienda donde tenía que comprar un par de cosas. Mientras iba, notaba el frío, verdadero frío que hace hoy en Barcelona. Y me he imaginado lo terrible que sería pasar la noche en la calle con este tiempo. Y en mi mente aparecían los ojos de este hombre, ojos sinceros y humildes que suavizaban su físico amenazante.
Así que le he ido a buscar de vuelta. Ya no estaba en la plaza, así que sigo mi intuición y tiro por una calle. Me lo encuentro de frente y de alguna manera me reconoce. Le pregunto:
— ¿Tú me has pedido ayuda antes, verdad?
— Sí.
— Pues toma.
Y le he dado 10€, más o menos la vuelta que tenía de la compra. Me ha dicho "Gracias, hermano", con un entusiasmo abatido, pero con agradecimiento sincero. Y cada cual hemos seguido por nuestro camino.
Sensación agridulce; dulce por ayudar a alguien en situación desesperada. Agria por la sensación de que no nos podemos llamar "civilización" mientras haya gente que no tenga un techo donde dormir.
Dulce también, porque ese hombre, con ese físico, en su desesperación podría dedicarse a atracar a la gente, dudo que nadie le plantase cara. Pero decide pedir ayuda, sin hacer daño a nadie.
Agrio el recuerdo de empresarios y políticos por todos conocidos que vien en la abundancia y su avaricia les reclama más y más, robándoselo al que tiene menos y menos.
Al avaricioso habría que hacerle el vacío. En cambio, se le admira. Incluso se le protege.
En una sociedad justa y avanzada, nadie debería dormir en la calle mientras haya aunque sea una sola casa vacía. Una sociedad que ponga la dignidad humana por encima de cualquier otro valor. La dignidad humana de todas las personas.
Es difícil sentirse feliz cuando te das cuenta que todo podría ir mejor para todos si toda la energía que gastamos en dividirnos, pelearnos, menospreciarnos e ignorarnos entre seres humanos lo dedicásemos a unirnos, comprendernos, apreciarnos y ayudarnos mutuamente. Podríamos dedicar el mismo esfuerzo, la misma energía, simplemente cambiando las metas. Repensar los valores que nos motivan, los modelos que queremos seguir.
Darnos cuenta que por muy bien que creamos estar, mientras haya un congénere sufriendo parte de ese dolor nos va a llegar de una u otra manera.
Espero que ese hombre duerma hoy al cobijo, al calor en esta fría noche de invierno. Y que le vayan mejor las cosas. Y que poco a poco evolucionemos todos y creemos un sistema diferente, en donde no tenga cabida que ningún hombre ni mujer tenga que mendigar ayuda, porque la sociedad misma responda ante la necesidades básicas de cualquiera de sus componentes.
Buenas noches y buena suerte.