El pueblo, con una población menguante de apenas 1000 habitantes, ha perdido la prosperidad de los años en que 5.000 trabajadores armaban una central nuclear que nunca llegó a funcionar. "La paramos, y bien parada que está. Era mucho riesgo", afirma orgulloso Antonio, un jubilado de 74 años. El ex-presidente Ibarra dice hoy que aquello mereció pena. Al pueblo ya solo le queda su pasado, el futuro habrá que inventarlo.
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