El público español volvió la espalda al cine en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado como consecuencia del incremento continuo en términos reales del precio de las entradas y de la obsolescencia de sus salas de proyección. Las consecuencias fueron devastadoras: en ese período de tiempo desaparecieron más de 5.000 pantallas de las siete mil existentes.
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