La televisión es maravillosa. No sólo nos produce dolor de cabeza, sino que además en su publicidad encontramos las pastillas que nos aliviarán. Lo dijo Bette Davis. Y llevaba más razón que un santo en tal aseveración. El problema llega, querida Bette, cuando son esas mismas pastillas las que provocan una cargante jaqueca a los sufridos telespectadores del siglo XXI. Aunque eso, por fortuna, la Davis no ha llegado a verlo.
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