Madrid lleva décadas reivindicándose como una gran urbe moderna, cosmopolita y dinámica en la línea de las capitales europeas del calado de Londres, París o Berlín. Y nadie le discute que ha conseguido su objetivo de introducirse en ese circuito de referencia en un tiempo récord. ¿Cómo lo ha hecho? No escatimando ni un ápice en proyectos faraónicos a cual más espectacular. Y caros, muy caros, tanto que la única manera de hacer frente a esas millonarias inversiones es con préstamos a largo, muy largo plazo.
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