Un experimento de marketing llevado a cabo en EEUU demostró que las recomendaciones de consumo que nos hacen los conocidos recorren un circuito cerebral diferente a los de la publicidad convencional, haciéndonos más susceptibles a ellas. Para ello crearon una falsa familia, los Morgensons, que se infiltraron en una barriada de clase media-alta y cuyas conversaciones con los vecinos eran una suerte de mini-spots.
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