Los primeros propietarios de minas, talleres y factorías de la Inglaterra en proceso de industrialización descubrieron, como escribió Andrew Ure en 1835, que era “casi imposible transformar a las personas que han rebasado la edad de la pubertad, ya procedan de ocupaciones rurales o artesanales, en buenos obreros de fábrica.
Construida sobre el modelo de la fábrica, la educación general enseñaba los fundamentos de la lectura, la escritura y la aritmética, un poco de Historia y otras materias.
Esto era el “programa descubierto”.
Pero bajo él existía un “programa encubierto” o invisible, que era mucho más elemental. Se componía —y sigue componiéndose en la mayor parte de las naciones industriales— de tres clases: una, de puntualidad; otra, de obediencia y otra de trabajo mecánico y repetitivo.
La tercera ola. Alvin Toffler.