Me estoy refiriendo al profesor de aquí, al auténtico, al mejor troll que han dado las redes sociales. Ninguno de los que robaron su nick le han llegado a la suela de los zapatos... pero se fue y nos dejó huérfanos, huérfanos del gozo de utilizar el intelecto para enriquecernos, gozo por aprender del mundo y de nosotros mismos.
Antes, como ahora, muchos días entrábamos en este saco buscando gresca. La diferencia es que antes la gresca era intelectual y ahora en el 99% de las ocasiones se limita a demostrar quien es el más garrulo, es decir, quien sigue más estrictamente el dogma que le toca defender. En la época del Professor se desarrollaban conversaciones interesantes, en las que conseguíamos información de calidad sobre cualquier tema, porque había gente muy preparada que estaba dispuesta a ofrecer su conocimiento. No estoy hablando de los opinólogos que pululan en todas las tertulias de todas las televisiones, hablo de gente con experiencia en tecnología, en medioambiente, en la enseñanza, etc. etc. que eran reconocidos y se ganaban autoridad única y exclusivamente porque mostraban conocimiento... antes, en este saco, cuando alguien demostraba conocimiento se le escuchaba, antes, en este saco, cuando alguien demostraba ignorancia no duraba ni dos comentarios en cualquier hilo. Ahora el que dice una gilipollez se vanagloria de ello, ahora el que dice la peor sandez es aupado por la borregada al olimpo de la estulticia. Meneame molaba sobre todo porque bien utilizado este saco se podía convertir en la mejor herramienta para no caer en el dogma, porque en meneame se vislumbraba que la cuestión no es conocer por conocer y mucho menos para vanagloriarse de ese conocimiento, la cuestión es entender para compartir y mejorar... ahora se vislumbra una mierda, ahora se masca la ignorancia. Por eso muchos de los que estaban aquí con la intención de compartir conocimiento se han ido, por eso ahora meneame no mola nada.
Seguiré hablando del Professor y de la necesaria filosofía en otro artículo, cuando me apetezca, que es lo bueno que tiene hacer las cosas por la cara.