Estos días estamos asistiendo al probable entierro definitivo del procés, eso que para quien no lo sepa y explicado de forma amable: consistía en un conjunto de acciones sociales y políticas que tenía como objetivo final la independencia de Catalunya y que dura ya varios años. Si bien a tenor de lo explicado por los partidarios del procés el útlimo capítulo se debió haber vivido el pasado 27 de octubre con la declaración de independencia votada por el Parlament, ese día tan solo se vivió una prorrroga de un procés ya moribundo.
Y es que, si algo se consiguió el 27 de octubre, fue montar una República Catalana imaginaria, que solo existía en las mentes de algunos como reconocerían periodistas acérrimos al procés poco después. Se constató el farol con el que los independentistas habían jugado durante esos años, en el que hacían creer que el problema no era Rajoy, sino las estructuras de estado, controladas siempre por quien gobierna, unas estructuras de estado que no permitían un mejor encaje de Catalunya en España, pero si una DUI que se declararía el Viernes, media Europa reconocería el Sábado, la otra media el Domingo y el Lunes estaríamos todos los Catalanes nadando en la abundancia.
Pero no, nada de eso pasó, y esa Europa de la que se esperaba rauda reconociese el nuevo estado Catalán, y a la que ni siquiera conmovió las brutales cargas policiales ocurridas el 1 de octubre durante la celebración del referéndum, que provocaron 900 heridos y que fueron ocultadas por cierta prensa en España, se alineó sin paliativos con el gobierno de Rajoy. Este último hecho causó sorpresa en el sector procesista, una sorpresa que sólo se puede calificar de hipócrita teniendo en cuenta que uno de los partidos protagonistas del procés, el PDECAT, ha sido clave a la hora de construir esa Europa neoliberal y austericida.
Y en esto llegó el sábado, y el Senado aprobó con el apoyo del PSOE, C’s y CC aplicar un artículo de la constitución Española de forma inconstitucional, es lo que tiene la involución democrática en la que parece estar sumido el ejecutivo de Rajoy, el famoso artículo 155. Dicho artículo supuso el cese de todo el Govern de la Generalitat, la intervención por parte del Gobierno de todos los organismos públicos y la convocatoria de elecciones autonómicas el 21 de diciembre. Tan solo 5 días más tarde, la Audiencia Nacional, también esta vez de forma irregular, envió a prisión al Vicepresidente Oriol Junqueras y 7 consellers más por alto riesgo de reiteración delictiva, destrucción de pruebas y riesgo de fuga, y sumándose así a los líderes de Omnium Cultural y la Assemblea Nacional de Catalunya Jordi Cuixart y Jordi Sánchez respectivamente, encarcelados días antes. Con estas, nos encontramos un escenario que ni el mayor de los pesimistas creería ni el mayor de los incendiarios desearía, DUI, 155 y presos políticos.
Y ante todo lo explicado anteriormente cabe preguntarse, ¿dónde nos encontramos ahora mismo? Sin duda, envueltos en una sombra de incertidumbre y curiosidad a la vez. Las elecciones anteriormente mencionadas, en las que en un principio se especuló con que los partidos independentistas no se presentarían y que esos mismos partidos se encargaron de alentar en un principio, se ha disipado de forma fugaz, y es que no hay que ser demasiado inteligente para saber que boicotear unas elecciones simplemente anunciando que no te presentas, únicamente tiene como consecuencia allanar el camino al bloque del 155 formado por PP, PSC y C’s. Y si con respecto a estas elecciones, hacemos el insalubre ejercicio de fiarnos de las encuestas, que como hemos visto en anteriores citas electorales son de poco fiar, estas nos presentan un parlament parecido al actual. ¿Que pasará entonces? Veremos, porque en este punto resulta difícil hacer presagios.
Pero no me gustaría acabar este artículo, sin mencionar como algunos políticos de partidos independentistas que han defendido a ultranza todos los pasos seguidos hasta ahora, parecen haber caído en la cuenta de sus errores. Si ya el fin de semana posterior a la declaración de independencia, la CUP afirmaba que el govern no tenía nada preparado para el día después, ahora miembros de ese partido y de ERC defienden la idea tantas veces denostada por ellos mismos de un referéndum pactado. Lo hizo Joan Tardà hace pocos días cuando dijo que “sería absurdo que el independentismo dejase en el cajón la reivindicación de un referéndum pactado”, y lo hizo David Fernández de la CUP, firmando un manifiesto que entre otras cosas pide un referéndum pactado tras el 21D. Sin duda, es de agradecer que hayan optado por la única solución posible y la que estoy convencido acabará imponiéndose. Esto no quiere decir que vaya a ser fácil, pero tampoco parecía fácil qué en 2017, en Catalunya se gritase lo mismo que en 1977. Llibertat, amnistía i estatut d’autonòmia.