«Se repite a menudo en muchos sitios que una de las soluciones para aumentar el control ciudadano sobre los políticos es implementar un sistema de listas abiertas. La teoría es bastante sencilla, y ciertamente elegante: si el electorado puede castigar a los políticos que se portan mal directamente, sin que estos puedan esconderse dentro del partido, los políticos harán las cosas mejor. La idea es bonita, pero no funciona; y el problema no está en la ley sino en los votantes.»
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