El consumo de alimentación ha bajado tanto que solo uno de cada 8 euros de la renta se destina a comer, menos de la mitad que hace veinte años. El consumidor quiere ahorrar en alimentación, ahorra en los productos básicos que le aportan poco valor. En cambio luego se gasta un dineral en un iPhone o en productos de alimentación que le dan placer inmediato o que le permiten ganar tiempo libre.
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