A finales del siglo XIX había unos 7 000 kilómetros cuadrados de plantaciones de añil, y se producían unas 19 000 toneladas anuales del lujoso tinte… pero los días de la Indigofera tinctoria, los precios descabellados y la exclusividad del añil estaban contados. El responsable difuminaría los límites entre lo sintético y lo artificial y destruiría el misterio del añil: Adolf von Baeyer. Este científico alemán había nacido en Berlín en 1835 y estudió Matemáticas, Física y finalmente Química, bajo eminencias de la talla de Bunsen y Kekulé...
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