Si le pregunta a cualquier urbanista cómo será el barrio del futuro, a buen seguro le hablará de un espacio ajardinado, libre de ruidos y humo, donde los niños pueden jugar en la calle y los vecinos colaboran por la comunidad. Un barrio bien conectado con el transporte público, pero con restricciones al privado, en el que los vecinos cubren sus necesidades básicas sin necesidad de caminar más de 15 minutos. Así era Pozas, un barrio de Madrid que desapareció hace justo 50 años bajo la piqueta del furor urbanístico.
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