Al Capital le encanta el poslenguaje. Sus verdaderos creyentes son auténticos especialistas en tergiversar la realidad mediante el uso de la propaganda lingüística. Se trata de corromper el lenguaje inoculándole un virus que, al entrar en contacto con el intelecto humano, se propaga por la mente del individuo, neurona a neurona, hasta vaciarle el sentido común y su gestor de raciocinio. Una enfermedad que afecta al core de la conciencia para así generar pensamientos adulterados perfectamente adaptados a la ficción orquestada por el establishme
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