Porque no sé a dónde van...

De niño no me gustaban

los libros ni las sotanas

ni salir en procesión.

Era tan desobediente

como el viento de poniente

revoltoso y juguetón.

En vez de mirar pal cielo,

me puse a medir el suelo

que me tocaba de andar.

Y nunca seguí al rebaño,

porque ni el pastor ni el amo

era gente de fiar.

Empecé haciendo carreras,

por atajos y vereas

muy estrechas para mí.

Y decían mis vecinos,

que llevaba mal camino

apartao del redil.

Como aquel que calla, otorga

y aunque la ignorancia es sorda

pude levantar la voz

más fuerte que los ladríos

de los perros consentíos

y que la voz del pastor.

Siempre fuí esa oveja negra,

que supo esquivar las piedras

que le tiraban a dar.

Y entre más pasan los años,

más me aparto del rebaño,

porque no sé a dónde van.

Como aquel que calla otorga

y aunque la ignorancia es sorda

pude levantar la voz

más fuerte que los ladríos

de los perros consentíos

y que la voz del pastor.

Pude levantar la voz

más fuerte que los ladríos

de los perros consentíos

y que la voz del pastor.