Se asustan de todo. Cualquier ataque les sorprende. No entienden casi nada. Los políticos exigen a todos normalidad en la palabra, la obra e, incluso, la omisión, cuando ellos llevan años haciendo de lo anormal una forma de vivir lucrativa e irrenunciable. No sé muy bien si se trata de pura jeta (se creen con derecho a todo) o, simplemente, su desconexión con la realidad es mayor de la que aparentan, casi lisérgica.
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