La generación que encontró su espacio político en Internet ha reventado las costuras de lo institucional. Un nuevo modelo de participación social amenaza el inmovilismo y los fetiches de partidos, sindicatos y movimientos sociales tradicionales. Esa producción ciudadana tiene un potencial difícil de imaginar: lobbies en red, datos públicos procesados por expertos, participación directa en votaciones oficiales, fiscalización de cuentas al milímetro e información contrastada en común. Esto acaba de empezar.
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