«Me decían que no tenía papeles, que sólo llevaba 90 centavos y que me iban a devolver a Brasil. Me trataron como a una adulta». La cría en la Sala de Inadmitidos de Barajas y papá y mamá esperándola a unos metros. La policía se quedó con su pasaporte, le quitó el permiso de viaje sellado por el Consulado brasileño, le asignó un abogado de oficio, y un intérprete firmó por ella la denegación de entrada en España y su expulsión a Brasil.
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