Se rechaza alargar la vida de forma innecesaria o artificial. Textualmente, "negarse a ciertos tratamientos es un deber". Puede que sea una decisión polémica. El documento de la Pontificia Academia para la Vida del Vaticano aseguró que el paciente terminal "no sólo tiene el derecho de rechazar el encarnizamiento terapéutico" sino que en ciertos casos ese rechazo "es un deber", pues negarse a esos excesos "no constituye de por sí una forma de eutanasia".
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