Cuesta creer que los seres humanos coman carroña. Uno se imagina que para hacer tal cosa ha de llegarse a tener mucha, pero que mucha hambre, y una buena dosis de desesperación. Hambrunas como Holodomor o situaciones extremas como la recogida en la película ¡Viven! han llevado al ser humano hasta el extremo de la necrofagia humana, pero esto no es lo habitual. Sea por hambre o por costumbre, es evidente que la excepción en este caso confirma la regla de que el ser humano no es carroñero.
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