Sean cuales sean los resultados de las elecciones del 10 de noviembre hay un hecho que en lo que se refiere a las posibilidades de un cambio real en España es indudable: La ola de cambio que partió de la puerta del sol el 15 M ha muerto en las orillas de Cataluña.
El conflicto catalán ha sepultado cualquier esperanza de centrar los debates sobre la cuestión de la desigualdad, del reparto de las cargas de la próxima crisis o de la necesidad de cambios en el sistema productivo. Es tan central que explica la deriva de Ciudadanos, la explosión de Vox, las derechización del PSOE.
La responsabilidad de este desastre es compartida, es desde luego un resultado buscado por la derecha, y se les puede felicitar, han conseguido lo que buscaban. El conflicto catalán le ha venido como un guante a la derecha española para acallar otros debates más peliagudos . Ya sabemos, las banderas tapan todo.
Y no hay que olvidar la responsabilidad de los partidos independentistas que han jugado claramente la carta del cuanto peor mejor, sin importarles los efectos que pudiera tener su via unilateral en las posibilidades de cambio en el resto del Estado. De hecho para mí son los principales responsables,en primer lugar porque son quienes deciden los pasos, la acción, los demás se limitan a responder, y segundo por su pésimo cálculo de la reacción del Estado.
Pero quiero hablar de la responsabilidad de Pablo Iglesias. No porque piense que la suya sea especialmente grande en comparación con los otros actores. Sólo porque exijo más a quien siento más cercano.
En una reciente entrevista en “El Diario”, Pablo Iglesias reconoce que un referéndum no es viable ahora mismo en Cataluña en el corto y medio plazo, y que su partido no puede imponer esta salida dada la actual correlación de fuerzas.
Hagamos un pequeño ejercicio de traslación temporal, supongamos que estas declaraciones se realizan en diciembre de 2015. Podemos ha obtenido más de 70 diputados y en el Comité Ejecutivo del PSOE se reùne para analizar la política de pactos a la que se ven forzados. La decisión final fué no ofrecer gobierno de coalición a los de Iglesias, para ello la insistencia en el referéndum como salida a una situación catalana mucho menos tensa que la actual es la razón, o la excusa, que esgrimen los pesos pesados del partido.
La decisión de Podemos de pedir entonces y desde entonces siempre, la celebración del referéndum, con efectos contundentes, decisivos para la continuidad del estado, pues asumía que tenía que tener efectos jurídicos y vinculantes que obligaban a una independencia casi automática si vencía el “sí”, para lidiar con un conflicto que ahora sabemos sólo estaba comenzando a brotar suponía aceptar la petición de máximos de los partidos independentistas. No en su contenido, que era la independencia, pero sí en su procedimiento . Apoyaba una herramienta de su estrategia de enfrentamiento.
¿Era realmente necesario un referéndum en ese momento ? el consenso político sobre el referéndum no existía , ni en España ni en Cataluña. La exigencia soberanísta de referéndum vinculante y decisivo no fué nunca inocente, pero Podemos la asumió acríticamente.
Que la propuesta de referéndum era, por parte de los independentistas una herramienta más en su escalada de ampliación de la base y de presión sobre el estado lo demuestra su determinación el 1 de octubre. Al aceptar Podemos el marco político que pedían los independentistas, sin cuestionar su pertinencia política, su falta de neutralidad, convertía a Podemos a ojos de millones de españoles fuera de Cataluña en un cómplice objetivo de la escalada de posteriores de acciones unilaterales por parte del movimiento secesionista.
Cuando se habla dentro de Podemos de las razones de la pérdida de votos se habla muy justamente de la campaña de desinformación y mentiras, se reconoce el efecto destructor de las luchas internas, pero se minimiza la desafección que el apoyo a la herramienta propuesta unilateralmente por los soberanísta produjo. Podemos no percibió que el soberanísmo estaba dispuesto a poner a prueba la solidez del estado sin importarle las consecuencias, y que la reclamación del referéndum iba a ser el ariete empleado, precisamente.
Que el referéndum fuera la mejor herramienta de solución del conflicto de forma inmediata era, y es, discutible. Puede ser un paso necesario a dar, pero no tiene por qué ser el primero ni tiene por qué aceptarse como posición de partida. No creo que sea difícil de entender que el estado español puede llegar a asumirlo, pero siempre como posición de llegada de una ardua negociación o proceso constituyente: la insistencia de Iglesias en aceptar el referéndum, repito, un marco de político definido desde el soberanísmo y para el soberanísmo, alienó cientos de miles de votos fuera de Cataluña, sin que dentro de esta proporcionara una mayoría tan potente que justificara el riesgo. No era necesario fuera de Cataluña, y dudo que fuera la única salida política dentro.
Como en tantos otros errores de Iglesias, con el tiempo esta osadía se ha ido matizando y ahora templa, reconoce que no es posible a corto o incluso a medio plazo. A buenas horas, Pablo. El daño está hecho. Para millones de españoles ( seguramente desinformados, si, pero potenciales votantes) Podemos se alió con quienes quieren destruir el estado español.
Sospecho que los sectores más duros de Podemos imaginaron que un referéndum en Cataluña forzaría una reforma constitucional en profundidad que daría la puntilla al viejo regimen del 78 salido de componendas con las élites franquistas. Qué ingenuidad, como si los únicos que pensaran , y supieran, que lo importante son las correlaciones de fuerzas fueran profesores de políticas. Como si la ley de que a toda acción sucede una reacción de igual capacidad destructiva se limitara al campo de la física newtoniana.
Y desgraciadamente las clases populares le tienen apego a un estado fuerte, por buenas razones. Son muy conscientes, a su manera, de que para compensar los excesos del capitalismo hace falta estado. Las amenazas a su fortaleza no son bien recibidas. El estado es un contenedor, cada partido victorioso, sólo un contenido.
El daño está hecho y es irreversible, las esperanzas de que Podemos se convirtiera en un movimiento de masas central se han disipado hace tiempo, Iglesias, a pesar de sus templanzas , aún puede recurrir a la guerra de posiciones, en eso estamos ahora, pero la victoria nunca estará tan cerca como en ese diciembre de 2015.
A estas alturas sólo Carolina Bescansa , ya fuera del partido, propone herramientas complejas de reforma constitucional donde el referéndum efectivamente se coloca al final de un largo proceso de consensos y garantías, que obligaría a crear amplios consensos políticos y sociales. unas propuestas que podrían haber permitido, al menos discutir una tercera vía. Pero con las calles catalanas incendiadas, con Vox agitando la bandera arrastrando el voto más peligroso, con los puentes rotos y muchos tirando piedras a los pocos ingenieros que intentan volver a tender precarias pasarelas.. ¿ A quién le importa ya lo que diga Bescansa?