Durante el asalto talibán al poder, algunos trabajadores de la filmoteca de Kabul protagonizaron una de esas historias de resistencia heroica. En el otoño de 1996, los talibán ordenaron quemar todo el archivo de la Filmoteca Nacional y amenazaron de muerte a sus trabajadores. Once de ellos entregaron a los talibán una buena colección de películas extranjeras y alguna que otra copia de cintas nacionales pero el resto del material fue escondido bajo paredes y techos falsos que los propios trabajadores construyeron.
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