Así, la pasada semana presencié en la televisión episcopal un espacio infinitamente absurdo, pues nada puede resultar más absurdo que un debate donde todas las tertulianas opinen igual. Curioso “debate”. Sin rubor, aquellas mujeres—partícipes de la referida plataforma—afirmaban que la interrupción voluntaria del embarazo no es un derecho. Sin embargo, cualquier estudiante de primero de esa carrera sabe que toda pretensión amparada en una norma constituye un derecho, aunque no reciba esa denominación específica.
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