No hay que sentir vergüenza de volar. El enemigo no es la aviación, el enemigo es el CO2. En Europa hemos creado un espacio común sin fronteras, pero el espacio aéreo tiene fronteras nacionales que no tienen ningún sentido. El espacio aéreo europeo está fragmentado, es poco eficiente, obliga a volar distancias excesivamente largas y con alturas poco eficientes. Los pasajeros pierden tiempo por los vuelos demasiado largo y por las pérdidas de vuelos de conexión. Y para las aerolíneas supone más costes y más emisiones.
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