No pararon hasta que consiguieron que nos cobraran un impuesto preventivo, un canon digital que presuponía que éramos culpables de copiar fraudulentamente material de otros. Nos bombardearon con anuncios que nos comparaban con vulgares carteristas, con desalmados arrancadores de bolsos sobre motos ruidosas. Se colaron en bodas para denunciar a los novios después por haber bailado Paquito, el Chocolatero o Macarena sin pasar por caja antes. Pretendieron cobrar de conciertos benéficos. Y al final resultó...
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