Uno de los pilotos de un avión canadiense que volaba entre Toronto y Londres quiso hablar con Dios durante el trayecto. Aun encontrándose a considerable altura la divinidad no llegó a entablar un dialogo con el tripulante y éste reaccionó con cierta inquietud alborotando al resto del pasaje y ocasionando que el avión tuviera que aterrizar de emergencia en Irlanda.
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