La sociedad española parece encaminarse definitivamente hacia el fin de lo que para unos ha sido seña de identidad de un pueblo y para muchos otros, la mayoría en este momento, una vergüenza heredada de un pasado que ya no tiene sentido en nuestros días. Es insostenible la pervivencia de una actividad que rechaza un 84% de la población joven y con un derrumbe de su afición que ha descendido en casi un 50% en tan solo siete años. Sin embargo, hay una complejidad más allá de lo que a primera vista los datos parecen decirnos.
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