En la mañana del 11 de septiembre de 2001, al derrumbarse las Torres Gemelas de Nueva York, el destino de Sadam Husein quedó sellado. Aquel brutal atentado era el pretexto ideal para llevar a cabo la invasión y ocupación de Irak con la que soñaban desde hacía años, desde los tiempos del primer Bush, los neocon que gobernaban Washington. Pero había que inventar un argumentario (build a case, lo llamaron). Incluso los hooligans necesitan dos o tres razones, o supuestas razones, para apoyar un despropósito.
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