Días atrás, dos vecinos de Agolada charlaban mientras contemplaban como un avión perdía altura para preparar su aterrizaje en el aeropuerto de Lavacolla, en Santiago. Uno de los hombres, que estaba al cuidado de su ganado "notó cómo le caían sobre el rostro dos gotas de algo parecido a agua. La quemazón era tan grande que tuvo que ir a casa a lavarse la cara" No es la primera vez que se produce algo similar en las tierras agoladenses: cada vez que pasa un avión y el cielo está despejado, las hojas de los frutales se secan sin motivo aparente.
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