Aunque la gran cantidad de gente que mató (75 millones de 1347 a 1351) hace parecer que todas las personas corrían igual riesgo de contraerla y morir, un análisis de los esqueletos ha confirmado un hecho que, a pesar de ser lógico y haber sido supuesto, no había podido comprobarse: los más débiles tenían más probabilidades de morir.
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