Me llegan mensajes de preocupación por la situación de opresión que vivimos los castellanoparlantes en Cataluña. Así que antes de nada debo aclarar que sigo vivo y que aunque los mozos de cuadras me buscan, el búnker desde el que escribo es prácticamente ilocalizable. Se encuentra justo detrás de la parada de metro de Santa Eulalia, línea roja, debajo del puente, donde hay como una portezuela que apenas se ve. Pues ahí. No me encontrará nadie. Desventajas: el Mercadona pilla lejos.
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