Se enteraron un mes después y lo llamaron a casa. El chaval no se arrugó y fue. Le dijeron que no podía salir con una chica musulmana. Ghufrán lo cuenta ahora en la ciudad gallega adonde huyó con su enamorado. «Mi padre me pegó hasta dejarme un ojo morado y me rapó el pelo por delante. Mi madre me gritó que soy una puta. Que soy mierda de perro.
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