El insólito suceso se produjo en el interior de un coche el 30 de octubre de 2010, cuando Solomin, acompañado de dos amigos y su perro, se dirigía a cazar. El acusado había colocado en el asiento trasero de su vehículo su escopeta de calibre 12 totalmente lista para disparar y el animal rozó el gatillo de la escopeta con una pata y causó un disparo mortal que alcanzó al conductor del vehículo. Su dueño ha sido condenado a un año y tres meses de libertad vigilada, al reconocer en el juicio su responsabilidad por lo sucedido.
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