Ramiro, plenamente consciente de que el género de su descendencia no le daba más opciones que pactar un matrimonio ventajoso (el de la hija y heredera, naturalmente); se tiró en los brazos de su vecino Ramon Berenguer IV, conde independiente de Barcelona. Ni "casamiento en casa" ni puñetas en vinagre. Ramiro entregó el reino y la heredera a los catalanes, para escapar de las garras castellanoleonesas y de las navarras.
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