Somos cabezotas. Y a veces nos gusta ir contracorriente, llevar la contraria, por el mero placer que ello nos reporta. Y aunque nos encanta pensar que vamos por la vida de congruentes, lo cierto es que a menudo caemos en las garras de los sesgos cognitivos. Un estudio realizado recientemente en la Lund University demostró que la mayoría de las personas rechazaría sus propios argumentos el 60% de las veces si estos son presentados por alguien más.[…]nuestra capacidad para aceptar un argumento depende, en gran medida, de su proveniencia.
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