La manera más extendida de valorar si los trabajadores ganan o pierden poder adquisitivo es comparar el coste de la vida (que la estadística representa en el IPC) con la variación de los salarios, aproximada por los datos recopilados en convenios laborales. Ambas cifras se han revisado esta semana y una conclusión salta a la vista: la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores no deja de agudizarse.
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